La Red de la Sumisión.
El almacén estaba frío, el eco de las gotas de agua resonando en las paredes de concreto. Daniela Zhukov despertó con un sobresalto, su cuerpo inmovilizado en una posición que no podía descifrar al principio. Intentó mover los brazos, pero estaban pegados a sus costados; intentó patear, pero sus piernas estaban unidas como si estuvieran soldadas. La oscuridad era total, y un aroma a látex y nylon inundaba sus sentidos. Entonces, lo sintió: su cuerpo estaba envuelto en capas de pantimedias, decenas de ellas, apretadas como una segunda piel desde los tobillos hasta los hombros, momificándola en un capullo brillante y elástico que apenas le permitía respirar.
Había sido secuestrada de nuevo. La última vez, Mistress Carly la había llevado al borde del placer y la sumisión, pero esto era diferente, más extremo. Daniela intentó gritar, pero una mordaza de látex, gruesa y húmeda, llenaba su boca, su sabor amargo mezclándose con el sudor que ya perlaba su frente. Una capucha de cuero negro cubría su cabeza, ajustada con correas que se clavaban en su piel, dejando solo pequeños orificios para la nariz. La privación sensorial era absoluta: no veía, no oía más que el latido acelerado de su propio corazón, y cada movimiento era un esfuerzo inútil contra la prisión de pantimedias.
De pronto, un roce. Algo frío y resbaladizo tocó la parte trasera de su muslo, donde las pantimedias habían sido cortadas estratégicamente para exponer su piel. Era Mistress Carly, aunque Daniela no podía verla. La voz de Carly llegó como un susurro amplificado en la oscuridad: "Te dije que esto apenas comenzaba, Daniela". Su tono era juguetón, pero cargado de una autoridad que hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo inmovilizado de Daniela.
Carly vestía un catsuit de látex negro que crujía con cada movimiento, el material reflejando la luz de una lámpara que Daniela no podía ver. Sus manos, también cubiertas de látex, sostenían un dildo vibrador, negro y brillante, con cables que serpenteaban desde su base hasta una pequeña caja de control. "Vamos a explorar cada rincón de ti", murmuró Carly, y Daniela sintió el primer contacto del juguete contra su piel expuesta. La punta, fría y lubricada, se deslizó lentamente hacia su entrada anal, y Daniela se tensó, las pantimedias crujiendo mientras su cuerpo luchaba contra la momificación.
Carly no tuvo prisa. Presionó el dildo con suavidad, dejando que la vibración baja comenzara a reverberar a través de Daniela. Un gemido ahogado escapó de la mordaza de látex, y Carly rio suavemente, aumentando la intensidad con un giro del control. Las ondas vibratorias se extendieron, profundas y persistentes, y Daniela sintió su cuerpo traicionarla, el placer creciendo a pesar de su resistencia. Las pantimedias amplificaban cada sensación, el nylon rozando su piel con cada intento de moverse, como si la momificación misma estuviera conspirando con Carly para someterla.
Entonces, Carly cambió el juego. Retiró el dildo vibrador y lo reemplazó con otro, este conectado a un sistema eléctrico. "Esto te va a encantar", susurró, y Daniela sintió un pinchazo inicial, un pulso eléctrico leve pero agudo que la hizo arquearse dentro de su capullo. Las pantimedias se tensaron, el nylon brillando con el sudor que ahora empapaba su cuerpo. Carly ajustó los controles, enviando oleadas de corriente que alternaban entre cosquilleos suaves y descargas intensas, cada una sincronizada con las vibraciones que aún resonaban en su memoria.
La privación sensorial hacía que todo fuera más intenso. Sin vista, sin sonido más allá de los jadeos amortiguados y el zumbido del equipo de Carly, Daniela estaba atrapada en un mundo de puro tacto. El látex del catsuit de Carly rozaba su piel expuesta cada vez que se inclinaba para ajustar el dildo o susurrarle al oído. "Estás tan hermosa así, envuelta para mí", dijo Carly, su voz un hilo de seda que cortaba la tensión. Las manos de Carly, resbaladizas por el látex, exploraban los contornos de la momificación, apretando aquí, acariciando allá, mientras el dildo eléctrico seguía su trabajo implacable.
Daniela perdió la noción del tiempo. Las pantimedias se habían convertido en una extensión de su piel, el nylon apretado y cálido, un contraste perfecto con las descargas frías del dildo. Su cuerpo temblaba, al borde de algo que no podía controlar. Carly lo sabía; podía verlo en la forma en que Daniela se retorcía, en los sonidos desesperados que escapaban de la mordaza. Con un movimiento final, Carly aumentó la intensidad al máximo, combinando vibración y electricidad en un crescendo que arrancó un grito ahogado de Daniela. El orgasmo la golpeó como una tormenta, su cuerpo convulsionando dentro de la momificación, las pantimedias rasgándose ligeramente en las costuras mientras el placer la consumía.
Carly apagó los dispositivos, pero no liberó a Daniela de inmediato. En cambio, se inclinó sobre ella, el látex de su catsuit rozando el nylon empapado, y deslizó una mano por el rostro cubierto de Daniela, ajustando la capucha como si fuera un trofeo. "Perfecta", susurró, y luego, lentamente, comenzó a cortar las pantimedias con unas tijeras pequeñas, liberando a Daniela capa por capa. Cuando la capucha finalmente cayó, Daniela parpadeó, sus ojos encontrándose con los de Carly: unos brillantes de triunfo, los otros nublados por el éxtasis y la rendición.
El suelo estaba cubierto de restos de nylon rasgado, el catsuit de Carly brillaba con sudor y lubricante, y el aire olía a látex y electricidad. Daniela, aún temblando, no dijo nada, pero la mirada que compartieron prometía que este no sería el último encuentro en la red de
Escrito por ...
Mistress Carly.



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